Gran Zebrú 02/04/2010

6º día de travesía por el Stelvio. La previsión meteorológica era incierta, para nada buena  pero tampoco excesivamente mala, y además llevaba nevando desde la tarde del jueves, por lo que habíamos pensado en hacer el Pale Rosse. Sin embargo, al levantarme y ver la siguiente imagen, tuve que replantearme el objetivo del día.


La mayor duda era saber el estado de la nieve, pues 2 nevadas en menos de 3 días debían haber dejado bastante cargada esa inmensa pala. A pesar de que me imaginaba la respuesta, sondeé a mis compañeros a ver si alguien se animaba, pero ninguno se apuntó (como indicaba la lógica, por otra parte).

Así las cosas, decidí ir hacia el Pale Rose con el grupo y desviarme hacia el corredor de acceso a la pala del Gran Zebrú (König Spitze) para "catar" en primera persona el estado de la nieve. Tras aprovechar la huella del grupo de catalanes hasta la cota 3.120 (1:45), me tocó abrirla hasta el corredor.

Antes de llegar a la base del corredor (derecha), ya puede verse nítidamente la cruz de la cima.

En principio, parece que ha caído menos nieve de lo esperado, pero conforme se va empinando y ganando altura, la nieve es más profunda y hace cada vez más difíciles las incontables vueltas maría. A falta de 5m para la salida del corredor, éste es tan estrecho que habría que subirlo en escalera, así que opto por descalzarme y subir a pie.

Una vez allí arriba (3470m, 3:00), puedo contemplar en todo su esplendor la inmensa pala del Gran Zebrú que le hace inconfundible viéndolo desde el Este (de norte a sur). Vista de cerca, me parece más estrecha aunque igual de empinada. También me fijo en una pareja que ha descendido del Casati y se dirigen a coger mi huella que lleva al corredor. Supongo que vienen a lo mismo que yo. 

El corredor visto desde arriba. Abajo, una pareja que viene a subirlo.

Vista de la pala hacia abajo

Vista de la pala hacia arriba


Dejo las tablas y me pongo los crampones. La idea es subir pegado a la arista de roca de la izquierda para evitar el riesgo de avalancha. A los primeros pasos ya me doy cuenta de lo duro que va a ser, ya que hace varios días que nadie lo subía y hay que abrir huella. Además, tras la nevada de hacía 2 días, habían caído 3 pequeñas avalanchas. Me hundo prácticamente hasta la entrepierna, la progresión es realmente penosa. En un momento dado intento acercarme a la arista de roca para intentar la progresión por ella, pero ni siquiera logro tocarla, pues cuanto más me acerco, más me hundo (casi hasta el cuello). Tras varios minutos intentándolo sin ganar ni 1 cm, opto por desplazarme hacia el centro de la pala, con la esperanza de encontrar menos nieve aunque con mayor riesgo de avalancha. Por suerte, con un pequeño desplazamiento lateral encuentro mejor nieve para subir. Guardo los bastones y saco el piolet que me da más confianza. Aunque hay mucha nieve, está relativamente bien cohesionada, no hay una capa mucho más dura o helada debajo. Subo por la directa pero tendiendo hacia la izquierda para ganar el pequeño hombro antes de la pala final. Han sido casi 200m y me ha costado más de 1 hora (3.655m, 4:15). Paro un momento para reajustarme los crampones y saludar a mis compañeros que ya regresan del Pale Rosse y se dirigen hacia el Pasquale. Hablamos por las emisoras y les hago señales para que me vean, pero no me ven.

Desde el hombro, la pala final, más larga de lo que parece.


En el hombro, hay un tramo bastante suave el que la nieve está más pesada, y me cuesta tanto progresar, que lo hago gateando hasta llegar a otra zona donde está venteada y no me hundo. La cruz de la cima se ve tan cerca que parece que la puedas tocar, pero lo cierto es que aún quedan casi 200m. Cómo engaña la vista, qué diferentes son estas proporciones a las de nuestros Pirineos... Mientras subo esta última pala, voy fíjándome en los diferentes pasillos de nieve que forman las rocas, decidiendo por cuál(es) de ellos voy a ir. Al llegar a ese punto, la cosa vuelve a complicarse ya que hay poca nieve sobre las rocas ocultas y es difícil clavar los crampones. Estos 80 últimos metros se me hacen interminables, haciendo tandas de 20 pasos y parando a descansar. Supongo que se notarán los casi 4.000m de esta cumbre. Voy por la derecha para evitar al máximo las rocas, pero me echo encima de una gran cornisa de la cual desconozco cómo está por el otro lado. Con mucho cuidado, hago una travesía lateral hasta la cruz de la cima, llegando finalmente tras 5:30 horas (3.851m).

Cima

Las vistas son muy buenas, pero incompletas porque la cornisa de más de 4m de altura respecto a la cruz me impide ver el espectáculo hacia el norte (por ejemplo, el Ortler). Al final, de los 2 que venían sólo está subiendo uno. Se nota que ha aprovechado mi huella, pues ha subido más rápido y ya está en el hombro

Cornisas en la cima

El bávaro en el hombro

Me vuelvo a reajustar los crampones y comienzo el descenso con mucha precaución, va a ser menos costoso pero más difícil. En lugar de ir por la misma huella de subida, me desvío un poco hacia la izquierda para evitar las rocas e intentar hacer todo el descenso inicial por nieve. De todas formas, no me fío ni un pelo y bajo de cara a la pendiente, aprovechando el gran peso de las botas que llevo para clavar las puntas con decisión. Lo cierto es que bajo cómodo, con confianza y a buen ritmo, y también con cuidado de no tirar nada al bávaro que está por debajo. Al llegar hasta él, charlamos un poco y me pregunta por el resto de la subida. Le digo que suba por donde estoy bajando para evitar la roca y le deseo suerte.

El bávaro acercándose a la cornisa


Tras dejar atrás las rocas, antes de llegar al hombro, me doy la vuelta y bajo de frente, ya que la pendiente se suaviza un poco y se clavan bien los crampones. Pasado el hombro, la pendiente se empina más y la nieve está más suelta, pero sigo bajando de frente hasta que me llevo un susto. Apenas caigo durante 2 metros y ni siquiera me ha dado tiempo a autodetenerme porque me ha parado la mochila el clavarse en la nieve, pero me vale como advertencia y vuelvo a bajar cara a la pendiente, apenas quedan 100m.

Regresando al corredor. Pueden intuirse los 2 pares de esquís.


Ya en lo alto del corredor, tras 1 hora de descenso, quito las focas (veo que el bávaro lo ha subido con cuchillas) y desciendo los 5m hasta evitar las rocas. A pesar de lo cansado que voy, consigo descender esquiando todo el corredor, donde se empieza a formar una ligera costra.

Al día siguiente, aún pueden verse las huellas en el corredor


Una vez terminado, sólo queda bajar al refugio por buena nieve al principio y costra al final. Apenas paro y llego con las piernas ardiendo. ¡Magnífico día!

Foto con el itinerario

Mapa con el itinerario

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